Tuesday, January 26, 2010

Misión Médica en Haití... los inicios...


He decir de antemano que no soy el más versado en la buena escritura, en dado momento lo hacía muy bien Y generaba ensayos dignos de admirar pero como bien quiero expresar, eso fue el pasado.


He querido escribir algo, cualquier cosa que mostrara lo que significa vivir esta experiencia, sin embargo, sentarse a escribir no ha sido fácil por múltiples razones, una de ellas, el tiempo; y muchas otras como la intención y la escasez de conexión a electricidad, pues en el campamento solo hay un lugar para conectar mi portátil y casi siempre, demás personas acaparan dicha conexión para conectar sus celulares, portátiles y cámaras, al fin al cabo es lo que nos mantiene conectados al mundo real.

Sí, digo mundo real porque estar en la base militar de las Naciones Unidas en Haití es como ser parte de en una película, difícilmente gente común como tú o como yo podríamos ser parte de algo tan complejo como esto. Es increíble estar acá, es algo que me digo cada día al levantarme, y ver parte de esa historia trágica por la cual ha tenido que pasar este país y sus habitantes es desconsolador cada día también. De otro lado, ser parte –aunque mínima- de la ayuda que esta gente llegó a necesitar es y seguirá siendo reconfortante el resto de mi vida.

Para bien o mal, tengo esa sensación de haber hecho poco aunque tal vez es mi naturaleza obsesiva y perfeccionista, tal vez he hecho mucho y no lo puedo notar, he cambiado vidas tal vez y he sido instrumento para dar esperanza aún cuando siento que cada día pude haber hecho más y el sentimiento de frustración es constante. Ahora, solo intento aliviar eso pensando que hice algo y que es mejor eso a nada.

Pisé territorio Haitíano tras haber volado aproximadamente 3 horas en un avión de carga, probablemente no olvidaré el intenso dolor que sentí en mis oídos cuando la aeronave inició su descenso, una descolgada eterna para mí, a un punto de desespero, pues la presión en el tímpano era demasiada –creo-, fue algo como si quisieran soplar a través de mis oídos con gran fuerza y dificultad. Bajé del avión y me sentía prácticamente sordo, mientras uno aterrizaba, el siguiente tomaba velocidad una vez en pista y salía de inmediato. La presencia de los marines Estadounidenses no se hizo esperar, el control era notorio, ellos tenían las comunicaciones, los montacargas, el transporte. Era algo así como las 3am, el aíre era cálido pero el equipaje que había sido concebido como ligero fue pesado de un momento a otro. Descargué el compartimento de carga con un alemán radicado en Colombia y parte de la Organización Internacional para las migraciones (OIM). Movíamos maletas regulares, morrales de campaña, cajas de medicamentos, bolsas plásticas y por último, dos féretros.

Estaba sudando como bien lo hacía cuando estaba en el gimnasio y lo digo porque en ese momento toda mi cotidianidad pasaba por mi cabeza a gran velocidad, tenía grandes expectativas y de la misma manera, todo era inesperado e impredecible, como ahora, aquí, escribiendo días después, con gran claridad de cada movimiento y acompañado de un calor soportable pero agobiante, húmedo. Pareciera que escribir y mover los dedos muy rápido es un gran ejercicio. Esto es lo más parecido a un sauna o peor, un baño turco, ya no recuerdo bien la diferencia entre los dos, los dos me ahogan y no puedo respirar.

Cuando pueda seguir escribiendo… lo haré incluso al llegar, porque hay demasiado por decir, por contar.